28 marzo 2024
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En un hotel de Malmö

Con su primera novela, Marie Bennett se desmarca de la actual marea negra que llega de Escandinavia y nos sorprende y deleita con un libro que no es fácilmente encasillable. Mientras que en algunos portales se la clasifica —para mí, desacertadamente— como «novela romántica» o se le ponen etiquetas amarillas (no digo cuáles para no destripar parte del argumento), lo más objetivo, en mi opinión, es considerarla una novela histórica que utiliza como hilo conductor una trama de amor, pasión, traición y celos y una subtrama que podríamos llamar de suspense. Aunque sea una sensación extraña llamar ‘histórico’ a algo que sucedió veinticinco años antes de que uno naciera.

Marie Bennett es una autora sueca, nacida precisamente en Malmö, ciudad que demuestra conocer de primera mano. Estudió Historia del Arte y Periodismo y ha vivido en Lund, París, California, Madrid y Londres, donde reside actualmente. No hay mucha información sobre ella, excepto algún breve apunte biográfico y alguna entrevista en sueco en la que cuenta que el punto de partida para el libro fueron unas cartas de su abuela, que también se quedó en Malmö mientras su marido marchaba al frente (aunque el resto de la historia sea mera ficción). En España se ha publicado con un retraso de tres años respecto al original en sueco y se ha traducido partiendo de la versión en francés. Bennett está preparando ya su segunda novela.

Unas pinceladas de contexto histórico

Título: En un hotel de Malmö
Autora: Bennet, Marie
Título original: Hotell Angleterre (2015)
Traducción del francés por Rosa Alapont
Barcelona, Penguin Random House, 2018

La historia transcurre en Suecia, durante la Segunda Guerra Mundial. La tibieza de ese país ante los nazis, bajo el paraguas de una supuesta neutralidad, sigue siendo un episodio, como mínimo, algo turbio y que da mucho juego literario, aparte de ramalazos periódicos de vergüenza nacional. La historia comienza a principios de 1940. Rusia ha invadido Finlandia, y Suecia moviliza a sus hombres y los envía a la frontera con Finlandia, para evitar una hipotética invasión rusa. En abril de ese mismo año, Alemania invade Dinamarca y Noruega, por lo que Suecia queda rodeada por las tropas nazis, en un equilibrio un tanto precario. Ese mismo año, el gobierno se ve obligado a permitir que las tropas alemanas crucen el territorio sueco para ir desde Noruega hasta Alemania. Algunos políticos y militares no ocultan su simpatía por Hitler, y ser de izquierdas está mal visto (por decirlo suavemente). Malmö, como otras ciudades suecas, está cerca de los territorios ocupados: solo 44 km la separan de Copenhague. Algunas ciudades alemanas como Rostock, Lübeck o Kiel, que fueron objetivo de los bombarderos ingleses, tampoco quedan lejos del territorio sueco. En octubre de 1940, en dos incidentes que todavía no están del todo aclarados, el Reino Unido bombardeó por error las ciudades suecas de Malmö y Lund. Muchas noches, la población es testigo del paso de los aviones que se dirigen a bombardear Alemania. Por eso, cuando la narración da un salto hasta finales de 1942, descubrimos que en Malmö hay toque de queda nocturno y los vecinos se turnan para vigilar, por si hubiera otro bombardeo. La guerra no queda lejos, y la supuesta neutralidad sueca no evita que los habitantes tengan que soportar restricciones de todo tipo.

No es una historia de amor

A los bombardeos y el toque de queda se suman las creencias, la ideología y los prejuicios de la Europa de los años cuarenta.

Bennett nos cuenta la historia de Kerstin y Georg, una pareja de personas normales y corrientes, con sus virtudes y sus defectos, separada por la guerra. Soy consciente de que ese resumen huele a culebrón romántico, aunque dista mucho de serlo, porque las vicisitudes de la pareja para reencontrarse y su posterior reencuentro no son el tema principal de la narración. El libro es, en realidad, un reflejo de un momento histórico y social turbulento y difícil. A los bombardeos y el toque de queda se suman las creencias, la ideología y los prejuicios de la Europa de los años cuarenta. Bennett nos ofrece, por un lado, la descripción de las penurias, el hambre, el maltrato y las condiciones inhumanas que sufrieron los soldados suecos en el «frente ruso» y, por otro, el retrato de una ciudad provinciana y pacata, en la que la gente intenta llevar una vida normal, a pesar del toque de queda, del racionamiento, de los bombardeos nocturnos y de la cercanía del frente. En resumen, describe una situación en la que un baño con agua caliente y jabón perfumado es un lujo tentador y que nos parece chocante, ya que estamos acostumbrados a la Suecia de catálogo con diseños depurados, alto nivel de vida y socialmente muy avanzada.

Georg es un hombre joven, recién casado, reclutado para defender la patria. A pesar de su falta de experiencia militar, tiene ciertas ínfulas y se cree mejor que algunos, pero se lo perdonamos todo por empatía, porque su historia nos encoge el corazón. En cambio, Kerstin… Bueno, Kerstin no es exactamente un personaje simpático. No es retorcida ni malvada; es, sencillamente, una mujer simple, egoísta, irresponsable y celosa. En vez de afrontar la realidad, como hacen todos a su alrededor, se queja y se comporta como una niña malcriada e inmadura, que toma malas decisiones y con la que —excepto en contadas ocasiones— no es fácil empatizar, aunque tampoco ella tenga la culpa del contexto que la ha convertido en lo que es. En conjunto, los dos son unos personajes muy creíbles, precisamente por sus fallos y sus debilidades.

A tres voces

Lo narrado también podría extrapolarse a los relatos de soldados de épocas y conflictos diversos (Malvinas, Vietnam, Filipinas…).

Bennett recrea minuciosamente, sin prisas, ese mundo en guerra, tanto a través de lo que cuenta como por la forma en que lo cuenta. Así, a lo largo del libro, juega inteligentemente con el uso de la primera y la tercera persona. En la primera parte del libro, tan apasionante como desalentadora, contada en un estilo más ampuloso, Georg relata su vida en un campamento militar de la frontera con Finlandia y describe de forma precisa los malos tratos y los abusos que soportaban los reclutas suecos. En algunos momentos, nos recuerda a los personajes ateridos de frío de las historias de Jack London, pero lo narrado también podría extrapolarse a los relatos de soldados de épocas y conflictos diversos (Malvinas, Vietnam, Filipinas…). Y es que parece que casi todos los casos comparten un denominador común: el hecho de que a los gobiernos les traiga bastante sin cuidado el bienestar de las tropas y si los hombres al mando son unos iluminados o unos psicópatas. En la segunda parte, damos un salto temporal a la Navidad de 1942. En un inteligente contrapunto, toma la palabra Kerstin y nos cuenta cómo es su vida en Malmö: dura, aburrida y gris. No llega a ser precaria, pero Kerstin vive amargada y dolida en casa de sus padres, se ha resignado a la ausencia de Georg y, más que a su marido, echa de menos la acomodada y tranquila vida de casada, como nos cuenta con un cierto remordimiento. El trabajo en la fábrica, dormir en el sofá de sus padres, las cartas de su marido, el racionamiento… Todo forma parte de una realidad monótona que la reconcome. Por eso, cuando conoce a la nueva vecina, Viola —misteriosa, atrevida, cosmopolita—, se abre ante ella una vía de escape en medio de su rutina, y se aferra a ella sin pensar en las consecuencias. En la tercera parte, cuando ya nos hemos familiarizado con los pensamientos y la personalidad de Kerstin y Georg y sabemos el porqué de sus acciones, un narrador omnisciente toma el relevo. Eso permite a Bennett distanciarse un poco y describir desapasionadamente las miserias, las traiciones y las equivocaciones de los personajes. Así nos lleva de la mano hasta el desenlace, atando todos los hilos argumentales que ha ido dejando sueltos a distintos niveles, en un final un tanto amargo que no es feliz ni deja de serlo, porque es plausible y porque la realidad suele ser menos bonita y candorosa que una novela. La realidad es algo que también afecta y moldea a las personas anónimas que no salen en los libros de historia y les obliga a tomar rumbos que muchas veces ni se habrían planteado.

Nos lleva de la mano hasta el desenlace, atando todos los hilos argumentales que ha ido dejando sueltos a distintos niveles, en un final un tanto amargo que no es feliz ni deja de serlo.

¿Y el hotel del título? En realidad, aunque sirve de escenario y de pretexto para un giro argumental (que, por otra parte, se ve venir de lejos), tampoco tiene tanta presencia en la historia. Es una de esas decisiones, no sé si editorial o de la autora, que después son difíciles de justificar. Tal vez han querido resaltarlo porque el lujo del hotel sirve de contrapunto a las penurias de Georg y Kerstin o quizás porque en él tiene lugar el giro argumental que mencionábamos. Imposible saberlo.

La traducción de Rosa Alapont

Alapont consigue reproducir esa atmósfera a través del léxico y hasta de las construcciones elegidas.

La bonita edición española está hecha con mimo; se nota detrás la mano de un corrector minucioso. Rosa Alapont hace un magnífico trabajo, ya que respeta el estilo un tanto anticuado y formal del original (supuestamente, también respetado en la versión en francés). Bennett intenta que la historia nos suene como si se hubiera escrito en 1940, y Alapont consigue reproducir esa atmósfera a través del léxico y hasta de las construcciones elegidas. Hay que destacar especialmente la dificultad que debió de suponer la primera parte, en la que se narran las vicisitudes de Georg en el frente. Además, se trata de un libro en el que se tocan muchos temas y registros, y no solo hay que lograr que la trama histórica resulte creíble, sino también la política, la romántica, la policial y hasta los toques costumbristas. Los escenarios también son variados: desde un tren para el transporte de ganado, hasta la redacción gris de un periódico semiclandestino, pasando por el lujoso hotel y la modesta casa de Kerstin.

Rosa Alapont aprueba el reto con nota, nos regala la ilusión de estar leyendo una historia clásica y hace que nos olvidemos (qué importante es eso) de que estamos leyendo una traducción.

Isabel Hoyos
Isabel Hoyos Seijo
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Traductora del inglés al español y correctora de español de temas científicos y
técnicos en general, aunque sus principales especialidades son el marketing y el
autismo, ámbito del que lleva traducidos y corregidos un buen número de libros. Socia de Asetrad desde sus inicios, formó parte de la junta directiva de Asetrad en el período 2019-2023 y fue jefa de redacción de La Linterna en el período 2010-2014. Es su directora desde enero del 2015.

Isabel Hoyos Seijo
Isabel Hoyos Seijo
Traductora del inglés al español y correctora de español de temas científicos y técnicos en general, aunque sus principales especialidades son el marketing y el autismo, ámbito del que lleva traducidos y corregidos un buen número de libros. Socia de Asetrad desde sus inicios, formó parte de la junta directiva de Asetrad en el período 2019-2023 y fue jefa de redacción de La Linterna en el período 2010-2014. Es su directora desde enero del 2015.

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