¿Qué tienen en común Ferran Adrià, una piscina olímpica, las más curiosas operaciones de cirugía estética, los astronautas, los paracaídas y las carretillas elevadoras?
Maya Busqué, intérprete de conferencias, nos muestra con su relato que interpretar se convierte muchas veces en una exploración de mundos inesperados y fascinantes.
—¿Por qué pones esa cara?
—Tengo que escribir un artículo para La Linterna del Traductor con alguna anécdota de interpretación que me haya marcado especialmente y no sé ni por dónde empezar.
—¿Y eso? Pero si siempre dices que los intérpretes sois coleccionistas de historias; que basta con reunir a tres o cuatro compañeros para que la avalancha de batallitas sea peor que la de un grupo de puretas hablando de la mili.
—Ya, pero solo puedo elegir una.
—Pues habla de Ferran Adrià. ¿No decías que habías disfrutado como una enana el día que interpretaste sobre la trufa blanca y acabaste volviendo a casa con una botella de Dom Pérignon de regalo?
—Bah, eso fue estupendo, pero poco representativo de mi trabajo cotidiano… además, parecerá que me esté dando pisto.
—¿Y cuando te preguntaron si medías más de 1,70 m para hacer pie en la piscina donde se haría una consecutiva?
—Yo les parecí muy alta, pero mi presupuesto también… me quedé sin interpretar en bikini con un gorrito y una pizarra Vileda.
—Chica, pues menciona aquellos congresos frikis de cirugía estética: blanqueamiento anal, reconstrucción vaginal, inyecciones de ácido hialurónico en el glande… con eso captarás la atención de los lectores sí o sí.
—Ni hablar, muchos de mis compis me han oído contarlo mil veces. No quiero repetirme. Y no sé si escribir sobre astronautas, médicos, cónsules, tiradores de esgrima, pirotécnicos, científicos, o… ¡Lo tengo! Voy a hablar sobre carretillas elevadoras.
A todos nos gusta lanzarnos con la certeza de que, si las cosas se tuercen, llevamos no uno, sino varios paracaídas con nosotros.
Los segundos antes de encender el micrófono y pronunciar la primera palabra en una interpretación, aletean mariposas en el estómago. Fluye la adrenalina a raudales. Es una sensación de salto al vacío que no solo resulta estimulante: engancha como una droga. Conozco a pocos intérpretes que no la disfruten. Ahora bien, a todos nos gusta lanzarnos con la certeza de que, si las cosas se tuercen, llevamos no uno, sino varios paracaídas con nosotros. En mi opinión, los intérpretes contamos al menos con tres: las tablas (que nos permiten lidiar con los imprevistos sin perder los nervios), la preparación y el compañero de cabina (también llamado concabino). El primer paracaídas es cuestión de experiencia; los otros dos me llevan a las carretillas elevadoras.
La primera vez que me propusieron interpretar en la asamblea anual de una empresa que fabrica carretillas elevadoras, no sabía absolutamente nada del tema. Y así se lo dije al cliente: que iba a necesitar toda la documentación posible para poder prepararme. Los intérpretes siempre solicitamos información de antemano, pero no siempre la conseguimos, amén de que a veces nos la proporcionan en el ultimísimo minuto: hay quien cree que tenemos el superpoder de preparar 300 diapositivas la noche anterior a un congreso, o de captar la esencia de una presentación que solo nos facilitan diez minutos antes de empezar un acto… Nosotros lo único que notamos es que uno de los paracaídas falla. A nadie se le ocurriría contratar a un abogado y acudir a una sala de vistas sin ponerle en antecedentes del caso. De la misma forma, brindarle documentación al intérprete no debería ser secundario. En esa ocasión, el cliente no solamente lo entendió y nos mandó gran cantidad de material de antemano, también nos pidió que acudiéramos el día antes del acto a un ensayo (remunerado). La encantadora Paulina nos recibió a mi compañera de cabina y a mí y, con gran paciencia y profesionalidad, repasó con nosotras el material, le echó un vistazo al glosario que habíamos confeccionado… y respondió a todas y cada una de nuestras preguntas. Al terminar, no solo nos sentíamos bien preparadas, ¡nos fascinaban las carretillas! Las térmicas, las eléctricas, las contrapesadas, los vehículos de interior… todas. «¡Quiero una foto con uno de estos bichos! ¡Qué increíbles son!», le dije a Melissa.
Lo que marca la diferencia es una cabina unida, en la que uno más uno sumen más que dos.
Me detengo aquí, en Melissa (Arcos, una de mis concabinas favoritas), para hablar del tercer paracaídas. Porque el primero y el segundo son más evidentes y dependen de uno mismo. Pero el tercer paracaídas, el compañero, es un factor externo que también resulta determinante. La simultánea es una labor de equipo, como un rally en el que piloto y copiloto se alternan cada 20 o 30 minutos. Y, aunque resulta motivador trabajar con gente distinta, para adquirir nuevos recursos, detectar técnicas y soluciones inspiradoras, etc., da mucha tranquilidad estar con alguien de confianza, a quien pedir ayuda con una sola mirada, de quien conoces los dejes, los ademanes, los puntos fuertes, los momentos de cansancio; alguien cuya voz empasta con la tuya y con quien ofrecer algo compacto, sólido. Hay quien presume de cartera de clientes; a mí me enorgullece mucho más mi cartera de colaboradores porque, a diferencia de lo que creen muchos, interpretar no es egocéntrico ni solitario. Lo que marca la diferencia es una cabina unida, en la que uno más uno sumen más que dos.
Así ocurrió con esa primera asamblea. Y llegaron varias asambleas más, en diferentes ciudades y escenarios, siempre con las mismas buenas sensaciones. Por eso he elegido esta anécdota, porque ilustra lo que más me gusta de interpretar: asumir un nuevo reto, prepararlo bien, saltar al vacío de la mano de alguien de confianza, que todos los paracaídas se abran y, al posar los pies con suavidad en el suelo, enamorarte perdidamente de lo que te ha llevado ahí… aunque sea una carretilla.
Maya Busqué Vallespí
Es licenciada en Traducción e Interpretación (Universidad Pompeu Fabra, 2000) y traductora-intérprete jurada de inglés-castellano (MAE, 2001), y tiene un Máster en Interpretación de Conferencias (Universidad de Vic, 2001). Trabaja como profesional autónoma desde el año 2001. Se dedica principalmente a la interpretación simultánea, consecutiva y de enlace, pero también a la traducción de divulgación científica. Trabajó diez años en Redes, el programa de Eduard Punset, y en la actualidad colabora con un programa de ciencia de La 2 presentado por Pere Estupinyà: El cazador de cerebros. Es socia fundadora de APTIC (la Asociación Profesional de Traductores e Intérpretes de Cataluña) y ha ocupado varios cargos en la junta directiva de la asociación, incluido el de presidenta. En la actualidad representa a APTIC en Vértice y forma parte de la Comisión de Exteriores. También es socia de Asetrad.