7 octubre 2024
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Ergonomía para traductores

Especial ergonomía

Una de las quejas habituales de los estudiantes y recién licenciados en Traducción e Interpretación es que durante la carrera no reciben demasiada información sobre aspectos relacionados con el mundo laboral. Parece que esta tendencia está cambiando, y en las facultades cada vez se habla más de salidas profesionales, herramientas de traducción, tarifas o cuestiones fiscales, pero hay un campo al que todavía no se le concede la atención que merece: el del entorno de trabajo y las enfermedades laborales.

Los traductores, como otros profesionales que trabajan en una oficina, pasamos mucho tiempo sentados delante de un ordenador, lo que se traduce en múltiples dolencias que pueden convertirse en enfermedades crónicas. Y aunque pueda parecer lo contrario, no es necesario que pasen muchos años para empezar a tener problemas.

No resulta difícil imaginar que una de las partes de nuestro cuerpo que más sufre es la espalda: contracturas, lumbalgias, hernias discales y otras lesiones provocadas por el mantenimiento continuado de malas posturas. Por eso, si le preguntáis a cualquier traductor por las mejores inversiones que ha hecho a lo largo de su vida profesional, estoy segura de que incluirá entre ellas una buena silla. Aquí hay opciones para todos los gustos. Algunos traductores recomiendan las sillas de la marca Stokke, que permiten una mayor libertad de movimientos y que cuentan con un módulo para apoyar las rodillas, lo que hace que la espalda adopte una postura natural. Otros se decantan por sillas clásicas de oficina que cumplan una serie de requisitos: altura regulable, un asiento cómodo que no acabe en ángulo recto para que no se concentre la presión en la parte anterior de los muslos, reposabrazos que ayuden a descargar el peso de los hombros y soporte lumbar en el respaldo. Otras dos características que yo destacaría de mi silla son su reposacabezas, que resulta muy cómodo para tomar distancia durante las tareas de revisión y aliviar el esfuerzo de las cervicales, y el respaldo de malla transpirable.

Pero una buena silla no sirve de nada si no se complementa con otros elementos que nos ayuden a mantener una postura adecuada. La clave para evitar problemas posturales no está en comprar una silla o un teclado muy caros, sino en adaptar el entorno de trabajo en su conjunto. Por ejemplo, para mantener las piernas en ángulo recto mientras estamos sentados, resulta muy útil contar con un elemento tan económico como un reposapiés, que además permite mover los pies para activar la circulación sanguínea.

La distribución del equipo en la mesa de trabajo también es esencial para evitar lesiones en las cervicales y la zona de los hombros. El monitor ha de estar en línea recta con la silla para no tener que mantener el cuello girado hacia un lado, y la parte superior de la pantalla debe estar a la altura de los ojos, lo que evitará que tengamos que inclinar la cabeza hacia arriba o hacia abajo. Otro vicio postural que puede destrozarnos las cervicales —y, de paso, los ojos— es la tendencia a inclinar la cabeza hacia delante para acercarnos más a la pantalla. El monitor tiene que estar como mínimo a 40 cm, y para que no se nos escape ni una coma no tenemos más que agrandar las fuentes: ampliar la resolución de pantalla, utilizar las vistas al 200 % de los distintos programas informáticos o adaptar el tamaño del texto en nuestro navegador de Internet a través del menú «Ver» de la barra de herramientas. Además, la posición del teclado debe permitirnos mantener los brazos en ángulo recto y tener un apoyo para descargar el peso de los hombros. Si sumamos estas dos características nos damos cuenta de que no es buena idea trabajar durante mucho tiempo seguido con un ordenador portátil, aunque en este caso la solución es sencilla y bastante económica: adquirir un teclado externo que podamos colocar cómodamente en la bandeja de la mesa.

Ya tenemos una buena silla y todas nuestras herramientas colocadas en el lugar idóneo. ¿Se acabaron los problemas? La verdad es que no. Puede que ahora nuestra postura sea la correcta, pero nuestro cuerpo no está diseñado para repetir durante ocho horas seguidas los mismos movimientos. Los traductores somos candidatos ideales a sufrir tendinitis, síndrome del túnel carpiano o epicondilitis debido al uso que hacemos del teclado y el ratón. Veamos cómo solucionan los traductores profesionales estos problemas.

El principal enemigo no es el teclado, sino el ratón

En el caso de los teclados también encontramos en el mercado distintos modelos ergonómicos, que suelen contar con reposamuñecas y una disposición más natural de las teclas, agrupadas en dos mitades separadas. Personalmente, lo que busco siempre en un teclado es la suavidad de las teclas y la posibilidad de configurar las teclas de función, lo que me ayuda a usar lo menos posible el ratón. No obstante, algunos traductores sostienen que lo mejor es no usar el teclado. Si apostamos por esta opción, podemos adquirir un programa de reconocimiento de voz como Dragon Naturally Speaking (dnsstyle>), aunque, como siempre, también esta solución presenta algunos inconvenientes. dnsstyle> puede ser perfecto si trabajamos con textos de formato sencillo, pero a algunos traductores les resulta incómodo si se combina su uso con el de memorias de traducción que implican la necesidad de transferir continuamente etiquetas.

Algo en lo que sí están de acuerdo la mayoría de los traductores es que el principal enemigo no es el teclado, sino el ratón. Para evitar las lesiones producidas por la realización de movimientos repetitivos podemos recurrir a los ratones verticales, los de bola o a cualquiera de los muchos modelos que componen la gama de ratones ergonómicos: los hay para todos los gustos. Otros trucos para atenuar las molestias provocadas por el ratón pasan por usar alfombrillas o almohadillas de silicona, que ayudan a que la muñeca repose en una postura más natural, o aprender a usar el ratón con ambas manos. Sin embargo, como sucede en el caso del teclado, son muchos los traductores que creen que lo mejor es no utilizar el ratón. El teclado ofrece infinidad de posibilidades para crear atajos o macros vinculadas a teclas de acceso directo más allá del Ctrl+C o el Ctrl+V que todos conocemos, por lo que es recomendable dedicarle algún tiempo a conocer estas opciones que pueden facilitarnos mucho la vida.

Ahora sí, diréis. Ya estamos bien sentados y utilizamos todo tipo de trucos para evitar movimientos repetitivos y poco naturales. Ya podemos tirar el teléfono del fisioterapeuta y olvidarnos para siempre de las bajas por enfermedad laboral. Siento decepcionaros, pero la verdad es que no. Ya podéis ir guardando dinero en una cajita para las consultas. Visitar al fisio regularmente es esencial para evitar, por ejemplo, que las contracturas se cronifiquen, y puede convertirse en una magnífica herramienta de prevención. Esta no es una de esas cosas que pueden dejarse para mañana. Obviar estos aspectos y menospreciar la necesidad de descanso puede llevarnos a depender, como les sucede a algunos traductores más veteranos, del Myolastan, o incluso del Valium, para sobrellevar el dolor provocado por lesiones que podrían haberse controlado si les hubiéramos dado la importancia que merecían.

No podemos perder de vista
una necesidad primordial:
el descanso

Aún no hemos hablado de una de nuestras herramientas fundamentales: la vista. Si el cuerpo humano no está diseñado para las actividades sedentarias, nuestros ojos lo están aún menos para pasar ocho horas trabajando delante de una pantalla: fatiga ocular provocada por la reducción de la frecuencia de parpadeo, visión borrosa, sensibilidad a la luz, dolores oculares y de cabeza o intensificación de otros problemas ópticos. La iluminación ambiental es esencial para evitar este tipo de problemas, por lo que a la hora de distribuir el espacio en nuestro despacho debemos tenerla muy presente. Es recomendable colocar el ordenador en paralelo a la fuente de luz, de modo que no provoque reflejos en la pantalla ni tampoco nos deslumbre cuando levantemos la vista. Como ya comentamos, también es importante colocar el monitor a la distancia adecuada y regular el brillo, el contraste, el tamaño de la fuente y el color del fondo. Aunque sin duda lo más efectivo es seguir las recomendaciones de los oftalmólogos y hacer pausas. Incluso sin levantarnos de la silla podemos hacer una serie de ejercicios que aliviarán la presión a la que están sometidos los ojos, como apartar la vista de la pantalla y fijarnos en un punto lejano durante unos segundos para relajar los músculos que nos permiten ver de cerca.

Todos estos consejos pueden resultar de gran ayuda para que nuestra actividad no nos pase factura demasiado pronto, pero no podemos perder de vista una necesidad primordial: el descanso. Cuando estamos en mitad de un proyecto largo con un plazo de entrega muy ajustado, puede costarnos entender que es necesario parar, y tendemos a pensar que no es rentable dejar de trabajar diez minutos cada hora. En realidad, sucede todo lo contrario. Estos descansos no solo nos ayudan a evitar una baja de varios días por una tendinitis —que seguro que no sería nada rentable—, sino que también contribuyen a mantener la productividad. Si en una hora traducimos, por ejemplo, 300 palabras y seguimos traduciendo sin parar, es muy probable que la hora siguiente traduzcamos 250, y la tercera, 200. Las neuronas también se cansan. Si nos resulta muy difícil mantener esta disciplina de pausas, podemos recurrir a aplicaciones como Workrave, que nos obliga a parar periódicamente e incluso nos sugiere estiramientos para desentumecernos durante el descanso.

Cada vez son más los traductores que por experiencia recomiendan complementar todas estas directrices con la práctica de algún deporte o actividad física: yoga, pilates, natación o un simple paseo matutino con nuestro perro pueden ayudarnos a mantener la forma física y, sobre todo, el equilibrio mental que a veces nos falta a los que nos pasamos la vida pegados al ordenador y no sabemos vivir sin una conexión a Internet.

Fotografía de Rafael Carrasco

♪ ♫ Standing Next To Me,
de The Last Shadow Puppets

Para terminar, me gustaría abordar un aspecto que no está estrictamente relacionado con la ergonomía, pero que también me parece importante para lograr un entorno de trabajo idóneo. Hasta ahora hemos hablado de cómo la silla, la pantalla, el teclado o el ratón pueden repercutir en nuestro estado físico y, por ende, en nuestra productividad. Pero no podemos obviar que esos elementos tienen que integrarse en un entorno que ha de ser cómodo, funcional y, aunque pueda parecer intrascendente, agradable. Al fin y al cabo, pasamos muchas horas en este espacio, y tiene que facilitarnos la vida e invitar a trabajar, no a salir huyendo a la mínima oportunidad. Para mí es imprescindible que el despacho sea amplio, cuente con buena iluminación natural y esté bien distribuido. La mesa de trabajo debe ser grande para que, además del ordenador, podamos tener diccionarios abiertos y un teléfono para atender a los clientes. Deberíamos tener una estantería cerca para tener a mano nuestras «biblias» traductoriles —las obras de Martínez de Sousa y los diccionarios que más consultemos— y un archivador para organizar la documentación fiscal. Y en las tardes de verano en las que uno se siente tentado a dejarlo todo y salir a la calle, tampoco está de más que las paredes estén pintadas de un color frío y relajante que anime a trabajar o tener delante una fotografía enorme del mar Cantábrico en todo su esplendor. O del Mediterráneo, como gustéis.

Ángela Blum
Ángela Blum
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Traductora autónoma de inglés y francés a español. Formó parte de la Junta Directiva de Asetrad de 2009 a 2013, ha participado en varias comisiones y grupos de trabajo y sigue colaborando con la asociación desde La Linterna.

Ángela Blum
Ángela Blum
Traductora autónoma de inglés y francés a español. Formó parte de la Junta Directiva de Asetrad de 2009 a 2013, ha participado en varias comisiones y grupos de trabajo y sigue colaborando con la asociación desde La Linterna.

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