20 abril 2024
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Catedrales góticas

En este artículo, basado en un webinario de prueba realizado para Asetrad, se analizan las dificultades de traducción derivadas de las diferencias arquitectónicas entre las iglesias y catedrales góticas francesas y las españolas, así como los peligros de algunos falsos amigos muy comunes.

1545-1563, Concilio de Trento. La Iglesia decide que los fieles deben poder ver cómo se celebran los oficios, lo que va a suponer el abandono de algunas prácticas constructivas que lo impiden y la necesaria reestructuración de algunas catedrales europeas. El muro que por lo general engloba la sillería del coro y la capilla mayor, separándolos en bloque del resto de la nave central, va a desaparecer y se sustituirá por una reja de metal o de piedra.

Como se puede apreciar en este plano de una catedral gótica española, la de Toledo en concreto, la sillería del coro ocupa una parte de la nave central independiente de la capilla mayor, que es el recinto que contiene el altar. El crucero de la nave transversal, también conocida en español con el galicismo transepto, suele quedar entre ambos y siempre ha dejado a la vista de los fieles el altar mayor, lo que motivó en su momento el desarrollo de una profusa decoración de la pared posterior, básicamente en forma de retablos.

Esto es algo tan obvio que explicarlo parecerá un absurdo. Sin embargo, lo cierto es que, incluso dentro del ámbito exclusivamente católico, las catedrales españolas son una anomalía dentro del conjunto de las europeas, y es conveniente saberlo cuando se aborda una traducción especializada, porque es un hecho que deriva en varias diferencias terminológicas de alguna importancia.

Las catedrales góticas son edificios con una anchura proporcional a su más que considerable altura, de manera que, para repartir el espacio interior, suelen contar con construcciones dentro de la propia construcción, a diferencia de las simples iglesias. Ya desde el románico era normal que, en cualquier iglesia, la pared que daba cabida al altar, la que da a Oriente, fuera distinta de las demás, absidal en vez de rectilínea. En una catedral, el tamaño del ábside generado ocasionaría un altar mayor francamente descomunal, por lo que se dio en construir en la nave central un recinto para contenerlo, que en español se llama capilla mayor. El espacio sobrante se destina a un pasillo circular llamado girola (déambulatoire), que circunda el altar por detrás y que viene a entroncar con las naves laterales, para dar acceso a las llamadas capillas absidales o a cualquier otra dependencia situada en esa zona.

En una catedral francesa, la sillería del coro (les stalles) y la capilla mayor forman un todo que se llama chœur. Por lo tanto, para empezar, el altar mayor no queda a la vista de los fieles y, para seguir, no se distingue, desde el punto de vista terminológico, de la sillería del coro, salvo hablando desde la pared que lo rodea hacia adentro. Esto equivale a decir que los textos franceses pueden llamar chœur a lo que nosotros llamamos comúnmente altar (aunque en realidad, técnicamente se trate del presbiterio). Por fuerza de costumbre, además, aunque en épocas posteriores el altar se dejara a la vista por orden de Trento, es bastante habitual que hoy en día se siga llamando así. Por lo tanto, una primera observación que habría que hacer es que siempre es preciso comprobar a qué se refiere exactamente un texto francés cuando en él se habla del chœur, para no traducir coro cuando estamos hablando del altar.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que los elementos divisorios de las catedrales no son asimilables entre sí únicamente porque tengan una posición parecida, sino por la función que ejercen. Verbigracia, si en una catedral ortodoxa existe un muro transversal que divide el presbiterio en dos y que se llama iconostasio, no se puede llamar iconostasio a la pared posterior de la sillería del coro o del altar católicos tan solo porque sean elementos transversales que contienen una decoración, como no se debe llamar retablo ni trascoro a un iconostasio ortodoxo. Sin embargo, es realmente grande la cantidad de fuentes que confunden el trascoro con el jubé.

El jubé es la pared que cierra el chœur gótico francés, y que de hecho lo aísla de los fieles. Ciertamente, su posición relativa con respecto a la sillería del coro es la misma que la del trascoro español, pero su función es totalmente distinta. El jubé es una barrera física compuesta por una clausura y una tribuna, que deja a los oficiantes aislados de los fieles. Como están ocultos tras él, uno de los clérigos debe subir a esa tribuna durante la celebración de la misa para leer la Epístola y el Evangelio a los allí congregados. El término jubé procede de las palabras con las que empieza el oficiante, que son «Jube, domine, benedicere» (Dígnate, Señor, bendecirme), lo que da fe de la función de púlpito del elemento (cuando el púlpito, por cierto, ni siquiera existía). Por el contrario, desde el trascoro nunca se ha leído nada, ni ha hecho ninguna falta hacerlo, y, si bien se trata de un elemento que cuenta con una decoración bastante significativa, ello se debe únicamente a que es el primer obstáculo que uno se encuentra al acceder a la catedral por la puerta principal, posición que impide la visión momentánea del altar mayor. Se decoró profusamente a modo de «anticipo» del altar durante las épocas en que estuvo de moda el horror al vacío.

Otras fuentes traducen jubé por «coro alto», incorrectamente en mi humilde opinión. No solo porque se trata de un elemento ajeno a España, que por tanto no habría por qué traducir, sino por la confusión que ello puede producir, ya que los coros de tribuna de los pies de las iglesias se llaman exactamente así y no tienen nada que ver con un jubé.

En la actualidad, quedan pocos jubés en pie en Francia. Muchos desaparecieron durante las Guerras de Religión (1562-1598) o durante la Revolución Francesa (1789-1799). Solo ha sobrevivido íntegramente el de la catedral de Santa Cecilia de Albi, que es de una gran belleza. La disposición de Trento no lo afectó, porque, para respetarla sin tener que alterar la catedral, se instaló un altar mayor en la pared occidental, dado que la catedral no tiene entrada por esta y, consecuentemente, lo permite. Durante la Revolución Francesa, la decoración interior de la catedral estuvo a punto de derribarse, pero se salvó por la intercesión de un ingeniero de la zona, que consiguió aplazar la decisión hasta que remitió el anticlericalismo.

En cuanto al resto de los elementos del chœur, no son ajenos a todos estos «desplazamientos» terminológicos. Quizás el más significativo sea el que afecta al par ábside/abside, que por supuesto no quieren decir lo mismo. Ábside en los textos españoles se suele referir a la parte externa del altar mayor, es decir, a la zona del altar mayor mirada desde fuera del edificio, cosa que en francés se dice chevet, mientras que abside en francés suele hacer referencia a dos cosas: en una catedral, a la capilla mayor, y en una iglesia, al altar —es decir, en realidad, al presbiterio—, entendido desde el interior.

Por otra parte, y aunque en francés se puede utilizar el término presbytérium, que no figura en todos los diccionarios, conviene recordar siempre que el presbiterio es, más bien, el equivalente del sanctuaire francés (que por supuesto, no hay que confundir a su vez con el sagrario, que es el tabernacle), y que un presbytère es la casa del cura, término que está completamente fuera de este ámbito.

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Beatriz Pérez Alonso
Beatriz Pérez Alonso 
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Beatriz Pérez Alonso es licenciada en Filología Clásica por la UCM y traductora de francés. Está especializada en comercio, turismo e industria, y ha traducido una gran cantidad de documentación relacionada con monumentos. Cursó estudios de doctorado en los programas de Lingüística Indoeuropea Antigua y Mitos y Religiones de Grecia y Asia Menor. Se ha dedicado en exclusiva a la traducción desde hace unos quince años, con un pequeño intervalo como docente en la Universidad Comillas-ICADE de Madrid.

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Beatriz Pérez Alonso es licenciada en Filología Clásica por la UCM y traductora de francés. Está especializada en comercio, turismo e industria, y ha traducido una gran cantidad de documentación relacionada con monumentos. Cursó estudios de doctorado en los programas de Lingüística Indoeuropea Antigua y Mitos y Religiones de Grecia y Asia Menor. Se ha dedicado en exclusiva a la traducción desde hace unos quince años, con un pequeño intervalo como docente en la Universidad Comillas-ICADE de Madrid.

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