El noir escandinavo está de moda, en cine y televisión.1 En el panorama literario, la novela negra escandinava posee un merecido sello de calidad.2 Camilla Läckberg, vendedora sueca de best sellers, parece decidida a explotar este valioso filón literario, en el que destacan ya algunos compatriotas suyos.3
Pero la literatura de Läckberg no es negra del todo. La autora se ha apuntado a una corriente novelística policiaca distendida y bastante superficial, con rasgos casi de sit-com, que no atraerá en demasía a los aficionados incondicionales al género, pero que le abrirá las puertas a las bibliotecas de otros consumidores de literatura de evasión. Es, según mi humilde criterio y aunque me pese decirlo, una literatura trivial y amena de señoras nórdicas para señoras de todo el mundo.4 Una novela de diseño funcional, generoso, amplio, luminoso y lleno de detalles, como una página de catálogo de muebles escandinavos, sin grandes alharacas, que resulta eficaz en lo que pretende: entretener al lector.
La fórmula de éxito de Läckberg se apoya en la creación de una protagonista simpática que agradará a masas de lectoras: señora escandinava de buen ver, natural, inteligente y pelín intelectual, que lleva una vida normal a sus espaldas y se tiene que enfrentar a situaciones de excepción. Ni que decir tiene que gracias a su sagacidad innata acabará por solucionar, a veces casi accidentalmente, los crímenes que el destino ponga en su camino. Esta buena protagonista, Erica de nombre, viene acompañada en las novelas por una serie de personajes que la complementan y que componen un mural descriptivo de la vida de clase media en una pequeña ciudad sueca: el poli inteligente y guapetón, el inspector gordo e impresentable, el ex majísimo y natural, la hermana con problemas… El compendio de secundarios de Läckberg resulta harto original: hasta podemos encontrar a una funcionaria de policía con acusado instinto maternal, curiosa figura con el sello original de Läckberg, que en su afán por proporcionarnos un entorno realmente «femenino» en sus novelas (y tal vez para demostrarnos lo igualados que están en Suecia los derechos de los hombres y de las mujeres, como parece demostrar tangiblemente el hecho de que en IKEA también haya cambiadores para bebé en los aseos para hombres) nos acosa hasta el hartazgo en todos los libros de la serie con detallitos de la cría de niños, totalmente ajenos a la trama central de las novelas y que parecen poco oportunos en novelas de corte policiaco: embarazos, contracciones preparto, malos humores y desarreglos hormonales, ansias de maternidad/paternidad, polis duros a los que se les cae la baba por los niños, parejas con embarazos por inseminación artificial, permisos de paternidad, permisos de maternidad, pérdidas de embarazo, problemas de esterilidad y hasta crisis depresivas postparto cuando las señoras contemplan sus chichas laxas ante el espejo en el que se están probando un modelito.
Se trata indudablemente de una sorprendente temática para combinar con asesinatos, torturas y crímenes diversos que con frecuencia tienen raíces personales e históricas muy arraigadas, pero la fórmula funciona: Camilla Läckberg lleva vendidos más de diez millones de libros y ocupa actualmente el puesto número uno en la lista de ventas de su país natal. Sus novelas se traducen en varios idiomas, y desde el año 2007 se sitúan también en el mercado editorial español gracias a las traducciones de Carmen Montes Cano, traductora profesional galardonada con el Premio Nacional de Traducción de este año.
La serie de novelas de Läckberg que tiene como protagonista a Erica Falk comprende hasta ahora siete títulos (entre paréntesis, año de publicación del original y año de publicación de la traducción): La princesa de hielo (2004/2007), Los gritos del pasado (2004/2009), Las hijas del frío (2005/2008-2010)5, Crimen en directo (2006/2010), Las huellas imborrables (2007-2011), La sombra de la sirena (2008-2012) y Los vigilantes del faro (2009-2013).
La receta repetitiva de las novelas de la serie tiene siempre como ingredientes principales unos crímenes perpetrados en el entorno inmediato de Fjällbacka (localidad natal de Läckberg) y la conexión directa de esos crímenes con la familia y los amigos de la protagonista o con personas del entorno inmediato. Adicionalmente, son temas recurrentes ciertos problemas psicológicos profundos de los personajes (muchos de ellos relacionados con abuso infantil y malos tratos), detalles sobre infancias desarraigadas, la soledad del individuo en la sociedad nórdica y determinados aspectos relacionados con la memoria histórica escandinava y la herida, en parte aún abierta, del colaboracionismo sueco con el poder nazi durante la segunda guerra mundial.
El lector algo escéptico no dejará de preguntarse cómo es posible que sucedan tantos hechos desacostumbrados y que se acumulen tantas personalidades patológicas en un mismo pueblo y sus inmediaciones, pero no parece que lo inaudito de algunos de sus planteamientos y lo socorrido de ciertas soluciones a las que acude para desembrollar —con más o menos acierto— la trama que previamente ha embrollado le planteen ninguna inquietud a la autora.6
Läckberg se ha apuntado a la fórmula complaciente y endogámica de novela anual abocada al final feliz en la que, plantados entre figuras secundarias con sorprendentes y profundos trastornos patológicos, los protagonistas nos plantean un mínimo artificial de tensión no resuelta dentro de una línea argumental más o menos afortunada, que unas veces engancha más que otras. El lector se ve trasladado a veces al libreto folletinesco de una serie de polis estadounidense, y no puede dejar de preguntarse en ocasiones si estos escandinavos de libro serán tan raros por la falta de sol.
Partiendo de la atrevida base (atrevida para mí, que no sé sueco y no soy capaz de juzgar la calidad literaria del original) de que el estilo de la Läckberg no parece entrañar grandes retos conceptuales ni estéticos, cabe plantearse qué le toca hacer a un traductor en estos casos. Es decir: aunque el traductor sea consciente de que la novela que está traduciendo es un puro producto de consumo de modesta calidad literaria, un cuento poco exigente que se compra en la librería de la estación del AVE y se lee de viaje o tumbado en la playa, un auténtico librito de usar y tirar que pone democráticamente al alcance de cualquiera la vida y misterios cotidianos de las gentes de un país lejano que para nosotros resultan exóticos y muy particulares, ¿qué se ha de hacer para traducirlo con corrección y dignidad, para lograr interesar a los lectores y plasmar con justicia y buen estilo lo que cuenta la autora? ¿Cómo se puede responder, con una novela que no es una obra literaria estelar, a las expectativas de la editorial que, al fin y al cabo, lo que quiere es vender libros?
La editorial que empezó a publicar las novelas de Läckberg en España, Maeva, no destaca precisamente por la calidad de su fondo editorial ni por lo cuidado de sus ediciones.7 La revisión de estos títulos de Camilla Läckberg, no obstante, anima a la esperanza: parece que en los últimos tiempos Maeva se está esforzando por no sacar a la venta libros inexplicablemente mal presentados que abochornarían a cualquier editor mínimamente profesional.
El esfuerzo de la editorial por mejorar sus publicaciones se plasma sin duda en la elección del traductor: Carmen Montes Cano es una baza de calidad. Montes Cano se expresa con desenvoltura y agilidad, dota a los personajes de una voz viva y verosímil, y trabaja en un registro convincente y actual de español de España.
La traducción de Carmen Montes se convierte para el lector hispanohablante en un hilo conductor fundamental a través de toda esta serie de novelas de Läckberg. Gracias al trabajo de la traductora se insufla vida a los personajes, que van quedando caracterizados de forma particular y diferenciada a lo largo de cada novela. Es indudablemente un acierto el haber confiado a Carmen la traducción de la serie completa, sin proceder a esos «desmembramientos» que no resultan infrecuentes en el mundo de la traducción editorial, por los cuales las traducciones de obras del mismo autor o de series completas se van adjudicando conforme llegan «al mejor postor», por decirlo de algún modo; es decir: al traductor que se conforma con menos. En semejantes casos es obvio que no hay sentido de continuidad, y la voz del autor queda tan desvirtuada e irreconocible como cuando se escucha a distintos intérpretes cantar al mismo tiempo la misma melodía en una clave diferente.
La traductora de la serie de Camilla Läckberg ha llegado a comprender a los personajes y nos ha ido enseñando página a página cómo se expresa cada uno. Al lector hispano le resulta ahora difícil concebir a los vecinos de Fjällbacka con una voz diferente. Y es que leer una novela traducida significa leer lo que cuenta el traductor. Al público lector en lengua española, las novelas de Camilla Läckberg se las cuenta Carmen Montes. Ella lo hace con gracia y con agilidad simpática, muy en consonancia con la personalidad de los actores y con el tono de fondo que vincula a todas las historias.
Enmarcado en frases breves de sintaxis sencilla, la traductora emplea un lenguaje perfectamente actual. Maneja registros adecuados a la extracción de cada personaje y sabe coordinar los diálogos de forma fluida y convincente. Se agradece la forma que tiene Carmen de adaptar los aspectos culturales específicos del entorno sueco para que los comprenda sin trabas el lector hispano totalmente ajeno a aquel país.
En las traducciones de los libros de Camilla Läckberg, Carmen Montes despliega destreza lingüística y saber hacer en un trabajo de rutina literaria que entretiene y agrada. Pero el punto decisivo en el que destaca la traductora es el haber sabido dar una consistencia progresiva a las figuras a las que traduce. Los personajes de la saga de Fjällbacka van evolucionando conforme transcurre el tiempo, y la traductora los acompaña en esa evolución y en ese cambio; perfila progresivamente su personalidad y los refleja con un rigor que respeta sus elecciones lingüísticas personales. Pareciera que ha ido estudiando y trabajando personaje por personaje para decidir cómo tienen que expresarse. Mantiene sus voces, pero va cambiando con los protagonistas conforme ellos van creciendo y variando. A través de este trabajo de traducción, Carmen Montes no solo se ha convertido en la traductora de Läckberg, sino que ahora es la voz de Erica, de Patrick, del desagradable Mellberg, de Annika y de algunos más. Con enorme habilidad, la traductora acerca al público hispanohablante unas cuantas novelas negras comerciales de señoras y para señoras —un fenómeno editorial al que me gustaría llamar aquí y ahora, sin ánimo de ofender ni de perdurar, y con algo de humor, «literatura trivial de vikingas modernas»— en una descripción actual, viva y costumbrista de la vida provinciana sueca.
Aun reconociendo que Läckberg no es precisamente la mejor novelista del mundo, y que sus novelas no pasan de ser mera literatura de evasión que no destaca ni por el estilo ni por la originalidad, las traducciones de Carmen Montes conllevan el mérito innegable del trabajo honradamente ejecutado, del buen hacer profesional y de haber acercado al lector hispanohablante un cuadro más o menos poderoso de la vida y la literatura en una parte de Escandinavia.
1 Cabe destacar dos series negras excelentes relativamente recientes: la danesa Forbrydelsen (The Killing: Crónica de un asesinato) y la coproducción suecodanesa Bron/Broen (Bron: El puente).
2 Aunque mi preferido es, sin duda, el islandés Arnaldur Indridason con su emblemático inspector Erlendur Sveinsson (una figura capaz de concentrar el abatimiento, la sordidez y la lucidez de tantos otros lobos solitarios anteriores a él en el mundo de la novela negra universal), es preciso citar también a los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö, padres del género, e indudablemente a Henning Mankell con su Wallander, primo hermano de Erlendur en el mundo de la fantasía. Otra figura destacada es el heterodoxo y nada acomodaticio Jo Nesbø, con su «hijo» literario Harry Hole. Mención también merece, aunque solo sea por una novela, el danés Peter Høeg con su señorita Smilla, protagonista antiheroica donde las hubiere; sagaz, observadora, desapasionada, dolida, herida, desenraizada y fría, muy fría: representante obligada del raro, y para nosotros por estas latitudes bastante desconocido, colonialismo escandinavo.
3 Aparte de los ya citados Sjöwall, Wahlöö y Mankell, también son suecos Leif G. W. Persson (que, además es criminólogo profesional, así que cabe suponer que sabe de qué escribe), el aclamado Stieg Larsson (aunque lo suyo no sea novela negra en el sentido clásico del género) y Åsa Larsson.
4 Otras destacadas autoras dentro de esta corriente de autoras de novela policiaca y de suspense «ligerita» son la islandesa Yrsa Sigurðardóttir (excelentemente traducida al español por Enrique Bernárdez, por cierto) y la sueca Åsa Larsson.
5 2008 es la fecha de la traducción de C. Montes, que fue publicada con posterioridad.
6 Sirva de ejemplo el inverosímil y «novelero» encadenamiento de coincidencias y lugares comunes que se dan en Crimen en directo.
7 Tengo en mi poder unos libritos de esta editorial (de otro traductor) sobre cierta saga prehistórica que guardo como oro en paño como ejemplo de mala edición con ausencia total de revisor: párrafos truncados, líneas saltadas, expresiones de dudosa gramaticalidad y hasta faltas de ortografía aderezan muchas de las páginas. Son un ejemplo palpable y triste de lo funesto que es publicar libros sin revisión.
María Barbero
María Barbero es germanista, traductora técnica y científica desde 1986, miembro del Consejo Editorial de La Linterna del Traductor y del Consejo Editorial de Panace@. Aficionada a la novela negra islandesa, tanto dura (Indriðason) como blanda (Sigurðardóttir), y a algunos escandinavos indispensables, como Adler Olsen, Sjöwall/Wahlöö, Mankell o Lars Kepler. Tampoco le hace ascos al género policiaco español ni al noir culinario de Camilleri.